Patrimonio del Carbón: herencia que sigue viva

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Imagina cómo era Chile hace un siglo y medio atrás, cuando los automóviles y el petróleo aún no hacían su entrada en la industria mundial. Una época en que el mundo se movía a otro ritmo y el carbón era el mineral más preciado. La navegación por el estrecho de Magallanes y el desarrollo del transporte ferroviario, que extendió líneas prácticamente por todo el país, le dieron a la industria del carbón un gran impulso.

El principal sitio de extracción del carbón fue el golfo de Arauco, donde las vetas de carbón se extendían bajo el mar. Hasta aquí llegaron a establecerse las principales fortunas del país para desarrollar la industria, como Matías Cousiño, Jorge Rojas, Guillermo Délano y Federico Schwager y, además de enormes y fastuosas viviendas, se formaron pueblos y ciudades mineros debido al requerimiento de mano de obra para las labores de extracción.

La vida en las ciudades de Lota, Coronel y Lebu fue la inspiración del escritor Baldomero Lillo quien recreó de manera magistral la cotidianeidad de sus habitantes en obras como “Sub Terra”, donde se refleja el sacrificio del trabajo minero y sus precarias condiciones laborales y de vida.

Tras más de 150 años de explotación, en 1997 la extracción del carbón llegó a su fin debido a que el mineral comenzó a decaer paulatinamente en todo el mundo, con la llegada de la electricidad y el petróleo.

De seguro esta historia –que fue fundamental en el desarrollo de Chile como país– la leíste en el colegio o te enteraste al ver la película basada en el libro de Baldomero Lillo. Pero venir acá, recorrer las calles mineras, asombrarse con la fastuosidad de algunos edificios, escuchar los relatos de los mineros o descender a la oscuridad de uno de los piques, te permitirá sentir la historia en primera persona y más viva que nunca.

 

11 experiencias del mundo del carbón que no puedes perderte.

Bajar al “Chiflón del Diablo” (Monumento Histórico): En Lota, al final de la avenida El Morro, un boquerón te sumergirá bajo la superficie a través de escaleras empinadas y un estrecho ascensor. Esta mina, que comenzó su explotación en 1852, es una compleja trama de túneles y galerías que se extiende por 850 metros y, a pesar de estar bajo el fondo marino, cuenta con ventilación natural. Con casco y linterna, tu visita será guiada por ex mineros, quienes relatan el duro trabajo que hacían para extraer el mineral de rodillas, ya que los túneles no tienen más de 1,2 metros de alto.

Pasear por un pueblo minero: Afuera del “Chiflón del Diablo” existe una reproducción de los pabellones que se utilizaban en las faenas extractivas durante el siglo XIX. Fueron usados como set de filmación de la película nacional “Sub Terra” y, aunque se trata lógicamente de una réplica, su calidad es destacable. Acá podrás encontrar a ex mineros que suelen contar anécdotas e historias de su vida junto al carbón.

Caminar por el Parque Isidora Cousiño (Monumento Histórico): Son poco más de catorce las hectáreas que regaló Luis Cousiño, uno de los magnates del carbón, a su mujer Isidora Goyenechea. No fue un presente cualquiera, el parque fue diseñado por el paisajista inglés Bartlet y demoró diez años hasta ser inaugurado, en 1872. Su creación incluyó especies exóticas –entre las que se cuentan algunas de la isla de Java- y elementos ornamentales provenientes de Europa como estatuas y fuentes de agua. El lugar también se conoce como Parque Lota.

Ver la historia museográfica de Lota: Este es el punto fundamental para que conozcas la historia lotina. Ubicada en una antigua mansión, fue inicialmente el hogar de los médicos extranjeros para, posteriormente, pasar a ser parte de la gerencia de la empresa del carbón. En el interior hay una muestra que va desde tiempos indígenas hasta la época minera, con destacados sets de fotografías, maquetas de barcos, cerámicas y muebles del siglo XIX y XX.

Un asomo por el imponente sector Chambeque: Declarado Monumento Histórico, este sector de Lota fue el punto neurálgico de la extracción del carbón y hoy es un verdadero hito que está siendo investigado por arquitectos y docentes de la U. del Biobío, debido a que se ha descubierto una enorme red de galerías subterráneas de las que no se tenía registro. Con acceso restringido debido a lo peligroso que pueden ser los ex piques expuestos -se abre para el Día del Patrimonio y se realizan tour guiados por ciertas áreas (ver servicios)- acá podrás apreciar el antiguo corazón obrero, casi un pueblo fantasma con una veintena de edificios de Enacar, los piques Alberto y Carlos, las ruinas de la cinta transportadora y el enorme muelle, que se quiere restaurar para el turismo. Se extiende a un costado del parque Isidora Cousiño y cuenta con una playa de arenas grisáceas.

Disfrutar el arte en el Pabellón 83 (Monumento Histórico): Ejemplo de recuperación del patrimonio, este Monumento Histórico fue creado en 1915 como una serie de departamentos de tres pisos que albergaban a 20 familias obreras. Recuperado el año 2002 por una iniciativa entre privados y el Estado, ahora puedes recorrer un vibrante centro cultural comunitario con una cartelera anual que busca el rescate y preservación de la identidad local.

Ver el sitio de la primera Hidroeléctrica de Chile (Monumento Histórico): Aunque el terremoto del 2010 cerró la visita al interior de sus instalaciones, inauguradas en 1897, aún es posible pasar por Chivilingo y ver su centenaria fachada. Ubicada a 14 kilómetros al sur de Lota, rumbo a Laraquete, fue la primera planta de energía hidroeléctrica del país. El mismísimo Thomas Alba Edison estuvo a cargo de su diseño y su construcción marcó un hito en el desarrollo a gran escala de la industria minería del carbón. Funcionó hasta 1974.

Visitar el Patrimonio de Coronel: Declarado como Zona Típica, no puedes dejar de conocer el barrio de Puchoco-Schwager en el extremo norte de la bahía de Coronel, que destaca por su gran valor cultural y arquitectónico. Sus inicios parten en 1850 con las primeras viviendas, pero su gran valor es haber sido proyectado, décadas más tarde, como un campamento minero con una mirada moderna y urbanística, estableciendo la vida comunitaria como eje de sus habitantes. De hecho, se conservan perfectamente el comedor comunitario y los clubes deportivos, además de muchas edificaciones y parte de su infraestructura, como el túnel ferroviario, chiflones, restos de chimeneas, entre otros.

Entrar en una réplica de mina en pleno centro de Curanilahue: Se ubica en las dependencias del ex sindicato N°1 Colico Trongol y, aquí, puedes comprender la importancia que tuvo la minería del carbón en la zona. El recorrido tiene de dos etapas: una muestra de herramientas, implementos y fotografías de los mineros y; en la segunda, se te entrega un casco, cinturón y lámpara para ingresar a una galería para conocer cómo se desarrollaba el trabajo del minero. Podrás observar diferentes tipos de fortificaciones, herramientas, carros y elementos que aún se usan en los pirquenes mineros. Además, se muestran imágenes de extracción del mineral, todo con apoyo de tecnología que te hará vivir una experiencia casi real.

Evocar el pasado en el Parque del Carbón: En Lebu, junto a la playa de Boca Lebu, se encontraban abandonadas las dependencias de la planta de lavado de carbón que trabajó con distintos piques que había en la zona y que cerraron sus puertas en 1995. El sitio fue convertido en un moderno y hermoso parque urbano de 45 mil m2, conservando las antiguas ruinas de los lavaderos y la mansión patrimonial Errázuriz, que data de 1880 y que hoy funciona como Museo Minero. Como una forma de rememorar la vida de los mineros que perdieron su vida en la extracción de este mineral, se instalaron 28 tótems de madera, para que los visitantes recuerden un capítulo de la historia de Chile que incluyó glorias y desastres. Entre sus áreas verdes y su vista privilegiada a las playas de Lebu, este es un lugar que te invita a evocar el pasado.

Disfrutar de la gastronomía minera: Cuando se habla de la cultura minera del carbón, no puede quedar fuera su gastronomía. Las largas jornadas de trabajo en los piques implicaba llevar el “manche” (ración) a la mina, que usualmente consistía en pan minero y agüita de charra, brebaje de hierbas para saciar la sed. Destaca por sobre todo el pan minero, que las mujeres cocinaban en grandes hornos de barro comunitario y que era fundamental en la alimentación de toda la familia. Cuando el minero regresaba de turno por la tarde, tenía su comida fuerte del día, que usualmente era una cazuela (de carne o pescado) o una carbonada. Varios de los tours guiados por la ciudad incluyen “manche”, para que puedas empaparte un poco más de la cultura minera.

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